Martes 5 de febrero de 2008
Llevamos varios días en que se escucha por todas partes lo catastrófica que es la crisis financiera, lo mucho que están subiendo los productos más básicos de la cesta de la compra y lo difícil que está siendo para muchas familias afrontar la temida hipoteca.
El tema de la crisis es de risa, porque mientras que la mayoría de nosotros la sufrimos desde hace tiempo, para el gobierno, la oposición y la banca resulta que es algo de ahora.
Me resulta gracioso – porque no se me ocurre otra palabra- escuchar como según algunos, parece que las cosas van mal desde hace solo unos meses, cuando en realidad es algo que se estaba gestando desde hace muchísimo más tiempo. No es desde hace tres meses que las familias viven endeudadas, no es desde hace tres meses, que las familias tiene que pedir créditos al banco, y no es desde hace tres meses que muchas familias no pueden pagar las hipotecas. Hace más tiempo de eso, casi tanto tiempo como el que hace que aparecieron las empresas de créditos rápidos o las reunificadotas de pagos.
Fue el gran auge del ladrillo, la subida de la vivienda a precios desorbitados, la que dio comienzo a este ciclo, y es por tanto su “recesión” la que le pone un trágico fin. En aquel momento, viendo lo rápido que subía la vivienda mucha gente se decidió a comprar, algunos previendo un gran negocio en la especulación, otros por miedo a que subiera tanto que fuese imposible conseguir una. Sea como fuere, los que no tenían dinero pero querían adquirir una vivienda, aunque fuese a precios prohibitivos tuvieron que “hipotecar” literalmente su vida. Y digo su vida, porque mientras que en otros tiempos tenías que dedicar a lo máximo 20 o 25 para terminar de pagar un piso, ahora, y ya en aquel momento, tenías casi duplicar este periodo de tiempo. Pero ni siquiera esto echo para atrás a los valientes que, decididos a apretarse el cinturón, ponían todo su empeño en conseguir que los bancos le hicieran el favor de concederle la hipoteca. Como todos sabemos, “la banca nunca pierde” y pensando en los beneficios que podían sacarse con tantas hipotecas o en el peor de los casos el patrimonio que se ganaría al hacerse con los inmuebles caso de impago de dichas hipotecas, la banca comenzó a frotarse las manos con un período de notable crecimiento y algunos “grandes visionarios” comenzaron a abrir inmobiliarias llamados por el olor del dinero.
Pero tenía que llegar el fin, tenía que “explotar la burbuja” –como suele decirse-. Muchas hipotecas están dejando de pagarse, y son tantas que los bancos empiezan a preocuparse y dejan de conceder nuevas hipotecas, o al menos lo ponen más difícil. Esta dificultad se traslada al mercado inmobiliario, ya que sin hipoteca muy poca gente puede comprar una casa, de forma que la venta disminuye. Eso se traduce en una disminución de la demanda, no precisamente porque se deje de necesitar una vivienda, si no por su imposibilidad para acceder a ella. De forma que si no hay venta no hay negocio, o eso quieren hacernos creer cuando publican “La crisis se lleva por delante el 40% de las oficinas inmobiliarias”[1]. Sin embargo, me da la sensación de que el negocio de la especulación inmobiliaria sigue funcionando, sobre todo cuando me entero de la mega operación urbanística que se quiere hacer en Los Monegros, o de que el AVE que une Madrid con Guadalajara no parará en Guadalajara capital, sino en un pueblo que está a diez minutos en coche y en el que gente vinculada al PP tiene terreno que recalificará a muy buen precio, o que España es el país de Europa que mas viviendas tiene sin “usar”.
[1] http://www.elpais.com 05/02/08
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